sábado, 20 de agosto de 2011

Mar


Un rayo cruzo el cielo tras un fuerte estruendo, el aire era muy denso. La tormenta estaba casi encima. La gente del pueblo, gente de mar, hacia horas que había amarrado las barcas a la costa, asegurándolas bien. El cielo encapotado cubrió de total oscuridad hasta hacer imposible la visión a dos pasos, refugiándose la gente a toda prisa en su hogar, a cubierto junto a su familia. Todo era silencio, absoluto silencio, roto de golpe por unos pasos pequeños, torpes. Un niño .El pequeño tropieza, se escucha un sollozo reprimido, pero ni el fuerte golpe le impide seguir su camino, ya ni los siente, el dolor de su corazón es tan intenso. Se lleva la mano al pecho que palpita estremecido, medio ahogado. La lluvia empieza a caer, empapando sus cabellos castaños. Un rayo cae sobre el mar, iluminando la costa rocosa, el mar embravecido junto con su rostro hinchado y cubierto de moratones. Sus ojos azules oscurecidos, intensos, llenos de dolor, necesidad, anhelo. El pequeño se derrumba en el suelo. Los sollozos estremecen su cuerpo.
_!!Mami, mamiiiiiiiii, mamii!!_repite sin cesar con la voz ronca por el dolor, las lágrimas se deslizan por sus mejillas, se levanta caminando hasta el agua, introduciéndose en ella, llamándola casi sin voz, pidiéndole que vuelva. El agua empieza a cubrir su cuerpo. Bajo el agua todo es tan tranquilo, quizás encuentre a mami ahí, quizás le espere para llevarlo a su lado_ piensa, sin abandonar la esperanza. La cabeza empieza a darle vueltas, buscando aire donde no lo hay hasta que todo a su alrededor deja de existir.

Iain abre los ojos sobresaltado, otra vez ese sueño, ese recuerdo, cada vez que una fuerte tormenta se acerca, se repite. Suspira restregándole los ojos, y el dolor se torna tan intenso como entonces. Se viste y descalzo sube a cubierta. El mar siempre ha sido reflejo d sus sentimientos, claro y confuso a la vez para el, atrayente porque lo lleva en la sangre, forma parte de el, odioso porque ella lo prefirió antes que a el. Acaricia la piedra que porta al cuello, único recuerdo d su madre. Las cicatrices que cruzan su espalda, marcada por su padre, casi parecen doler como el primer día, al igual que ese “monstruo” dicho mientras su padre le golpeaba con el cinturón azotándolo. Con la mirada perdida, trata de ocultar su dolor antes de que la tripulación despierte. Se mira las manos cubiertas de callos, heridas, arañazos y suspira. Los trabajos del barco son demasiado fuertes para sus manos delicadas y sensibles. Alza la vista al cielo. Si, la tormenta no tardara en llegar.